15.9.10

Dos dedos entran en la tela negra
tensa por encima del tajo.
Separan ese culo duro como vidrio
que suavemente brilla húmedo
con el humo de mi boca.

13.9.10

Café

Todo el color café puede ser,
aquel que se escapa de los maletines de los hombres
serios, pobres, encandilados, abrumados.
O ese que se cuela en los ojos amargos
que miran esperando

quizás el de las mesas desconcertantes
llenas de canales arrepentidos
con vasos de vino crisol
o de sonidos envasados,
pueda entre los amarillos trinantes
dejar el recuerdo del empuje que no fue
y de las llagas secas, café hacer.

Y el que la Pera esconde, o el Rojo niega?

se acerca al día en que te vi llorar
o al piso abierto de sombras severas
con el liquido café, que mordía tierra,
arboles, y tus caderas.

Por eso deja,
los mangos de cuchillo
las huellas en los sartenes
y gotea como el sillón
el dintel y la esquina,
rompe el verde, y espera
una y todas las veces Café.

Café lleno de sombras de madera.

Pero el que vela mis sueños de oídos apretados,
ese que está atado a mis manos mientras
despiertan añorándote
o te dibujan en el vacío cigarro
o que se pierden en zapatos elegantes,

pueda estar más cerca

de todo el café que deja en tus muslos
de todo el café que duerme en tus hombros
de todo el café que humedece tus manos
de todo el café que se hunde enmudecido
ahogado, cayendo, voraz.

Todo el color café puede ser.

8.2.09

(El recuerdo está lleno de llaves rotas)

Para P. T.


La ventana sin embargo no parece ser tan grande,

para que aquellas campanadas de mujeres solas,
y el viento de todos los barcos anclados,
las sonatas de antaño,
el calor arrasante de los altos techos olvidados,
el color verde de los ruegos que no conocemos,
las moscas, las bocinas, el cemento,
ese nombre, y esa imagen,
el tintinar de las máquinas,
el rugir de los niños,
atrapados por la fuerza
de la insistencia de los libros cerrados,

no me dejen escuchar los mil intentos
que se cruzan en tu cabeza dormida.

Todos ellos presentes.

No me dejan escuchar
la vez que la luz lo saturó tanto todo,
murmullando insistente
con voz de pajarito y cuerpo de vino,
que no se puede vivir sino
en lo alto de la espera,
y tu sigues siendo fiel,
no a él, eso sería torbellino,
sino a los caminos con trigo,
al viento en las manos,
a lo que se llena de nada,
al sol amplificado por los
miseros adoquines.


Y quizás cuando despiertes
con el sol iluminando los coloniales símbolos,
me digas que ya no sabes de dónde vienes,
o que ya los caminos son muchos y
ya la marcha de escaleras aéreas
no es necesaria,

que ahora sientes hambre,
que ahora sientes frío,
sed, y olor a cigarrillo.

Pero,
te diré,
como niño enfermo,

como siempre lo hago
en los nacimientos,
aquel pero
que es de todo
lo que alcanza el viento,
haciendo cobardemente a la espera
el himno de tus besos,
y borraré, como la sal en tu frente,
o el azúcar del pomelo,
la cercanía de la muerte,

para levantarte secreta,

como monumento olvidado
con los ojos fijos,
de tanto resistir
lo que sucede aunque no suceda,
lo que encontramos aunque no busquemos,
lo que esperamos y no llega
lo que tenemos y perdemos,
en pasajes estrechos, oscuros
rodeados de piedras mudas
de tanto ser testigos.

Y tus hombros reirán otra vez,
haciendo que mis manos rían con ellos,
allí,
donde mis ojos no te ven

encandilados por esa luna llena
clavada de viernes a martes
en esa maldita ventana

y mientras con ag
ua llenas mi boca,
con la velocidad de las nubes,
rompes todos los cristales,
de las marquesinas de mi muerto esmero,
y de las gruesas puertas de tu bóveda
que llenas contingente

de vacíos marcos,
de historias de mercado,
y un sin fin
de pequeños regalos rotos.

16.8.08

Trece (Otro)


Gemidos es lo que busco
liberando lo que pueda quedar.

Estoy sólo, como antes
y hoy lo estoy;
lleno de alambres
de las fortalezas
de libros, y pasatiempos,
lleno de trabalenguas,
que producen los teléfonos
cuando nos dijimos lo que
no entendemos ni entenderemos.

Tu ya no tienes fuerza,
debí decir,
de sorprender a las miradas
de las estatuas,
la nada te hacía correr
detrás de ella,
mientras me decías
que debemos dejar
que las mentiras crezcan,
debilitándose con
el sinsabor de los estúpidos
mudos conscientes.

Que te amaba,
debí gritar,
no busqué el valor
de maratones huesudas
ilimitando los días.

Con gestos heroicos,
permití
a la muerte
pintar tus ojos
del color del agua,
y el madera de tu cuerpo
se pudrió
detrás de la pintura
de los barcos.

¡Te mueres ahora

para siempre te mueres!

Por una culpa que nunca fue tuya,
y esta amistad
que está plagada
de escabrosas escenas,
mordiscos,
quemaduras y orgasmos.

¡Que esa carga sea mí carga,
y que lo que no llevas
sea mí destino!

Mi vida será opaca,
y tus ojos
serán
mis pies y las piedras
de mi historia,
de mi canto
y mi vergüenza.

Once (Dolor-es)


Ya no nos veremos;

Te dije en ese mail
que de cierto,
paso a intento.

En ese pedazo de pantalla
donde todo estaba dicho,
en esa neo-epístola que no
contestaste.

En ese correo de los
dos olvidos.

Y claro,
luego emerges,
cuerpo de madera del sol,
lanzándome a la navegante
hoja de papel binario,
que lleva
los olores de tu cabello.

No te encuentro, más
que en la sombra de tus palabras,
me pierdo
en tu pixelada
sonrisa de cortesía.

Te digo mil cosas
de las que nunca hable,
de las que nunca quise hablar,
de archivos está
llena mi metáfora.

Me entiendes
queriendo no escuchar.

y todo empieza de nuevo,
otra vez un mail
otra vez un escape,
tu sonrisa,
tu cabello,
mi cara mirando las teclas de mi llanto,
bailando con
las luces que siempre lo bañan todo,
cubriendo mi eterno send
para poder estar contigo.

Nos perdemos en saludos eternos,
en silencios de verdad.

Vivimos bajo el signo de la
diferencia fónica,
de decir nos “vemos”,
cuando queremos decir
“escribimos”.

Allí donde
el uso
es relación,
y el contenido
se expresa con cursivas.

Doce (Esbozo de dos)


Mis compasivos cuerpos salen
de sus vidas.

Para que yo vuelva sobre la mía.

Grandes extensiones de tierra
árida, asoleada por su imagen sólo
llegan a mí, por el humo,
de un barco sin nacimiento.

Allí donde el vacío,
el sabor de los desayunos
acero, cobre, oxido
certeza de tu origen.

Camino por las calles
decorado con una soledad,
de palabras
a las que le salen cristales
portadoras del peso de un planeta,
acabándose la línea del sol
y la de tu cabello,
un millón trescientos cuarenta y
dos
giros de mi discman
para escucharte.

Al final de la calle
una antorcha de ningún color
ilumina lo que está detrás de mis ojos.

Ya no puedo perderte como
solía hacerlo
ya no puedo tenerte como nunca lo hice.

Los buses me dejan,
me siento aliviado
de que tampoco a los trenes
les importe.

DIEZ


No recuerdo tu rostro,
sólo recuerdo
mi rostro.

No existe verdad en tu pelo,
ni en tus ojos, ni en tu piel.

Yo te cambiaré para ser.

Y el día en que la
maldita nostalgia aparezca
a reclamar por lo real,
la recibiré con las piedras
de todos los muros.

Aunque ya no pueda nombrarte
y se me acabé el cuerpo
de tanto negar.

NUEVE (Viña del mar)


Almas gordas
que miran
lo que pueden comer,
de almas
prestadas.

Las prestadas
hacia el mar,
esconden su deseo
de pertenecer a quien mira,
y las gordas saben,
que ellos son sus dueños.

Mientras se elige
en el caleidoscópico
mundo de las chucherias,
se acercan soñando
en todas las promesas,

¡El mundo es uno solo!

Parecen gritar
en el Bordemar
que se llena del espectáculo
de esclavos de la nada.

Todos viven de lo que el otro bota.

SIETE (Tula)


Caminaba yo,
en el mundo
de lo que sucede
de vez en cuando.

Y se abrió una puerta de vidrio.

Mi hermano,
apresurado,

se recortó.

Extraña suerte del saludo
que rebota,
en mi rostro que hablaba.

Es así cómo nace Samuel,
de mi imagen en un espejo travieso.

¿Insistirá entonces,
la mentirosa genética?

OCHO


Quisiera hacer un canto,
reteniéndote
en la muerte,
que son éstas palabras.

Allí, donde
mis manos hablarán
por los ojos de otros.

Sólo tengo de ti,
lo que alguna vez dejaste,
perdido entre papeles
detenido,
hacia lo que debo hacer
liberarme.

Atraído,
hacia lo que ya hice
liberarnos.

SEIS


Pienso en la posibilidad.

Aquella que lo es todo,
y también en su tiempo
volviéndola a la nada.

Antes que me corten
el cabello que crecerá.

Antes que lo anterior
se me desgarre,
y lo que viene me mate,
antes que las flores caigan
de los días y las maquetas,
y las ventanas se abran
caminando detrás del sol,

Antes que los marinos
que no han partido,
piensen en el puerto
al que no han llegado,
antes que los amigos se
olviden de mí,
y tu ausencia sea
lo único,
que bebo,
antes que las palabras
mueran y se eleven a la imagen,
antes que sólo encuentre

los gestos de la música,
antes que envejezcan
los mares, los vientos,
los libros, las risas,
las noches, los muertos.

Antes que nazcan
los viernes, los poemas,
los sexos, los dolores,
las ansias, las mentiras.

Pienso en esa posibilidad.

De que todo se borre,
dejando lo que no ha sido,
antes que desaparezca
lo que no hemos hecho.

CINCO


Mi único trabajo
es ser repetición de
lo que no se recuerda.

Llenando vacíos
irrenunciables.

El dolor jamás es
de lo que conozco.

Y a ti te conozco
de otras inscripciones
de aquel ya impronunciable.

Sólo soy un instante estallado.

Allí donde se renuncia a ser
y se gana el olvido.

Los amantes viven,
en un beso vacío
lleno de un libro de
vidrios y azúcar.

de perdidas están hechos
los intentos.

CUATRO


Te traen mis querellas.
La tormenta parecía
haber huido,
como mi primera impresión
de niño en una gran iglesia.

Me reduces a lo que soy.
Me siento grande
de que alguien descifre,
las dos costras que
llevo en medio de la nada.

Allí el sol se revive,
y golpes de sal
caen sobre la mesa,
donde dejas tus manos
que ya lo llevan todo.

TRES (HERENCIA)


Televisores de cartón
y detergente,
empecinados,
martirios de la mujer de la esquina
del pasaje de las soledades
propias y arrendadas.

Entradas rotas
de cantantes sociales,
movimientos de siluetas
y fotografías
que no recuerdan que la muerte
no es real.

God entertaiment
de los ricos y pobres,
devotos de los antiácidos,
y de los asientos de las ventanas,
de ballenas amarillas
de ida y vuelta
de allá y del más allá.

Incandescentes cartoneros
en las ciudades de los
mil y un policías.

Testigos de la moda
que despojan a los puestos
de línea verde esperanza.
Tres metros de vida
por cuatro de deudas,
solitarios amantes
jueves y viernes
tres veces por semana.

Trenes de personas
y árboles de muertes,
amenazan la economía
mundial por la lucidez
que los libros abdicaron
por su homosexualidad.

Realeza de la ranura
que deja la luz
de los carros de
obesidad medial.

Incrustaciones de molduras
masticadas por la adrenalina,
de los que esperan justicia
de la medicina, y de los derechos
de autor de crímenes de lesa
humanidad.

Extraños placeres instantáneos
de depresiones humanistas,
súbditos de corbatas
que desfiguran espaldas.

Naturaleza por afiches o
infancia de comerciales,
sexo determinado y libre por ello,
uniéndose otra vez
a las luchas del origen,
como una enorme ola de viento
desintegrándose contra el cuchillo
del mercado bursátil.

Hojas blancas manchadas de tinta,
genomas humanos y
códigos de barras
con mensajes
ya nunca más indescifrables.

¿qué haremos con ello?

preguntan los músculos
de mis amigos.

Ellos tienen apellidos iguales al mío.

DOS


Pienso en grandes
manos, rostros y cabellos rojos.
Delatores y cerebrales,
intestinos de integridad.

¿Ya no están en los libros?
Tampoco en los recuerdos,

ni en las murallas
de los ancianos
y sus hogares.
Se ha dicho,
y se ha querido decir.
Se han traído
antropólogos
para escriturar su muerte.

Pero su sombra muestra
nuestros dolores,
y nuestra sed.
Las madres los lloran.
Los hijos los reclaman.

¿Ya no están?

Ahora en las estanterías
de ninguna ciudad,
ellos bailan descalzos.

Locos con los dientes apretados.
no se ha acabado la libertad,
para ellos ni para nadie.

(POEMAS) UNO


Primera vez que te espero.
Y mi carne ennegreciéndose,
se sostiene clavada
de palabras no dichas.

Primera vez que mueres aquí.

Goodbye sweet romance…

y si te animas,
es tarde.

Yo ya estoy dentro.


a Carolina Garrido

Ella siempre esta allí. Al final de la calle siempre me espera. En cada color rojo que se asome, ella revive en el rabillo de mi ojo; como si yo la esperara en su espera. Cada vez que salgo de mi vida, su mano me roza el adentro.

Ella es parte de la calle, sin ella, el mundo no tiene sentido en el aquí, y yo, no tendría el valor para sentir el frío de la caída al afuera.

Montada en su manto metálico me rapta para mirar mi propia sombra al caminar, y así, la luz del medio día sólo otorga vida, cuando da en su cuerpo y se devuelve, calentándose así también, el sol.

Apoyada en la pared, sus ojos miran su reflejo en los míos, esperando poder ver mis ojos en el reflejo de los suyos. Y en el recorrido, mi alma cree, y cae, por el humo de su cigarrillo, consumido, en un abrazo.

Aunque no esté, siempre está, porfiada rebeldía de su ausencia.

“Ilusionar”

invierno, 1999.

14.8.08


















Acá no es allá.
Nunca lo será.
Nada ni nadie.
La velocidad, tiempo y espacio, de las cosas que no son más que eso.

Tiempo de ello, espacio de otro, lugar del tedio.
Si no fuera tan grande para asustarme, seguramente la risa, no es de mi.

Y las figuras incorruptibles de esas estúpidas trazas maquilladas, me dejan un camino lleno de dinteles y esquinas.

Senderos, llenos de hojas blanco sábana, llenos de pliegues de tatuados idiomas.

Y si, el olor de tu cuerpo en sombra, ilumina demandas adelantadas. Te vas y te sigo.

Ya muchas veces este asco lo sentí, en su fatal renovación insomne, que junto al agua comparte, la cualidad de la continuidad de los volúmenes, y de regresar al primer escenario.

Ojos llenos de sabor, a falta de sonidos, a falta de ilación, a falta de lo eterno.

Asiento soberano de todas las certezas, ladrón de toda defensa posible.

Cómo pensar en todo al mismo tiempo sin pensar que se es aquello.
La espera es el sentimiento universal, toda se basa en la nada.

Excusas!

Ellas no importan más que el hecho mismo, de que ellos, los de siempre, manejan todos los idiomas, todas las escenas, y todas las imágenes.

No se puede huir de lo que no hemos hecho. Huir es lo que debo hacer, huir.

Huir para encontrar, para abrir, para separar. Abandonar toda brújula de dolor, aquella que ya muestra el destino, y empezar como los animales, con la nariz rota en el piso, recogiendo bocanadas sin sentido.




12.3.08














... Pensaba en como hacer para escabullirme ese día. En esa hora, me esperaban todas las reuniones en las que se me iría la vida. En ese interminable escenario de reportes, programaciones, hitos, flash, egos, de toda la gente que nunca se acaba.

Eso que me queda siempre vuelve. Eso que me queda, no esa idea que aparece, sino el nivel, la medida, ni forzada, ni buscada. Empecinada.
Allí no se podía socializar. Todo era de mentira, con años de trabajo experto. Cuando eso pasa es difícil no ser quien ellos quieren que seas. Siempre con esas caras de apoyo, de apego, y de muerte blanda.

Si lo que se busca no es más que suponiendo que no se encuentra, cuando se está en el camino de ello, uno se junta-buscando con otros. En el pesimismo de los pequeños logros, aparecen los espacios para celebrar. Eso era lo imposible. Si ellos y yo podemos hacer el rito. Si ellos y yo creyéramos en el mito. Si ellos y yo no bebiéramos. Sí, ellos y yo no hablamos el mismo idioma.
Muchos años después de que le quitarán la casa al tío de los asados, comprendí que el único lenguaje realmente universal era el condimentado con cierta especie, con cierta aceite, que permita que en un dialogo de sordos siempre se sepa que es en un nivel relativo. Esas noches, todos actuábamos un interminable texto de animales que deben morderse sin provocar daños, para saber que se puede confiar en el otro.
Por supuesto supe que por ello, no podía dejar sólo al recuerdo el tema de ese deseo que siempre, puede permitir que termine en aquella cama siempre desconocida, o en ese vagón, o en medio de un grupo que me acoja, esperando que al despertar, de nuevo pueda ir a esas reuniones de las que siempre encuentro otros rumbos y otros desesperados, que en el fluir, al igual que yo, podamos volver a hablar ese idioma festivo, sin sentido, y extraordinario.